Cuando creamos vínculos es necesario realizar la elaboración del duelo y expresar el luto. En el primer caso, se elabora el dolor ante la pérdida y ante la separación que indica que no va a haber un reencuentro, siendo ante todo un proceso. En el segundo, hay una expresión comportamental después de la muerte que indica a sí mismo y a los demás una gran pérdida. Aunque para algunos esta no pueda ser equiparable a la de un familiar humano, no se puede negar que también nuestros pets son miembros cercanos de la familia.
El nivel de dolor puede variar a partir de diferentes elementos: el tiempo de convivencia, la personalidad de la mascota, la etapa de vida en la que nos acompañó, las actividades que compartíamos, el ciclo de vida de la mascota, la presencia de otras mascotas, la historia y experiencia de la muerte de otras mascotas, la causa y proceso de su muerte, el motivo por el qué decidimos tenerlas y las experiencias de vida que compartimos. Estos son tan solo un sinnúmero de variables que explican este dolor. Valga también decir, que el dolor no depende del tamaño o tipo de mascota, se puede producir dolor por un pez o por un perro de igual forma.
Siendo así, debemos tener en cuenta:
A pesar de lo doloroso es necesario estar enterados de la pérdida, en especial si el dueño es un niño o si los dueños estuvieron ausentes en la muerte, debido a que queda un vacío de cómo fue la muerte. Si bien, se cree que al ocultarle la noticia de la muerte les estamos protegiendo del dolor, es necesario manejar la certeza y se debe expresar que hubo un deceso. También aquí hay un aprendizaje, la vida y la muerte se encuentran ligadas y es una realidad que debemos asumir.
Al dar la noticia es importante darla con respeto y cariño, sin expresiones extremas de angustia. Por tanto, la persona con mayor regulación emocional o la más cercana al dueño de la mascota será la más opcionada para esta tarea. Tampoco hacer comentarios sobre lo positivo de la pérdida (ya que hay animalitos que destrozaban, ensuciaban o producían gastos que generaban conflicto). De igual forma, no ser tan descriptivos sobre el nivel de sufrimiento, sí lo hubo, especialmente con los niños. Pero reconocer que se hizo todo lo que estuvo al alcance y con mucho amor y cuidado.
Validar y contener al otro en su dolor. Es habitual que se enseñe a que este es un evento que simplemente ya pasó y debemos superarlo; antes de llegar a ello, es importante reconocer la pérdida, dar el sentido pésame y transmitirle empatía, es decir, hacerle sentir que entiende su dolor, evitar usar expresiones como “sí, la vida es así”, “debemos acostumbrarnos” o “es tan solo un animal”. Más bien usar expresiones como “estoy contigo en este momento”, “lamento tu pérdida, pero estoy para lo que necesites” o simplemente un abrazo y prestar el hombro para llorar.
Hacer los ritos, sin que se vuelva un problema adicional. Actualmente, se presentan muchas ofertas de velaciones o ceremonias funerarias. Esto puede volverse un estresor adicional, porque requiere unos recursos económicos y de tiempo, que pueden ser difíciles de asumir cuando en el hogar hay otras necesidades. En este caso debe ser respetable las creencias que acompañan las perdidas en el grupo familiar, pero de igual forma tener opciones también realistas. Si la decisión es solo tomar las opciones de sanidad, esto no implica que sea de menor importancia a la pérdida. Se puede organizar una despedida mientras se realizan los procedimientos, o si ya se sepultó al animalito, se puede hacer una despedida simbólica. En los niños ayuda, realizar una tarjeta de despedida, y en los adultos una carta.
Después de las ceremonias, uno de los sentimientos más difíciles es la sensación de vació ya que hay un espacio que no llena la mascota. Y esto, además, es recordado por los juguetes, cama, objetos y sitios que nos lo recuerdan. En estos primeros días el duelo se facilita dejando que se exprese este dolor sea con palabras o con lágrimas, no importa su intensidad y duración, es necesario sentir. Poco a poco cada uno en su tiempo podrá ir soltando estos objetos, sin que esto implique soltar los recuerdos o el amor que se tuvo a la mascota. No es necesario hacer solicitudes de “debemos ser fuertes”. De igual forma, es comprensible que nuestro estado de ánimo se afecte en los diferentes contextos (escolar, laboral o social). Por tanto, se puede compartir este sentimiento a diferentes personas.
No reemplazar la mascota de inmediato. Tendemos a pensar que el tener otra mascota solucionará el dolor de pérdida de la otra. Si bien puede funcionar como distracción, esto no implica que hayamos superado el duelo, por el contrario, puede ser contraproducente debido a que solo tendrá un efecto de evitación y escape con un duelo suspendido, el cual a su vez puede convertirse en un duelo complicado o no elaborado.
No renunciar a las mascotas de por vida. En el otro extremo, no queremos volver a pasar por el dolor, por tanto, nos negamos la dicha de volver a compartir. Es necesario identificar que una mascota tiene un momento y un papel en nuestras vidas, lo cual no va a ser igual con otra mascota, pero nos puede abrir la dicha de volver a tener experiencias positivas. Esto no indica que estamos reemplazando el cariño que tuvimos, sino que, con la experiencia positiva, podemos volver a construir lazos de amor y afecto.
Resignificar la pérdida. A pesar de nuestro cariño, hay una realidad, el ciclo de vida de nuestras mascotas, es diferente al nuestro, envejecen más rápido y hay algunas enfermedades que hacen que su recuperación sea difícil. Así, es necesario rescatar las lindas experiencias con el valor que tuvieron en su momento, quedarnos con lo positivo y no solo con el momento de su partida.
Reconstruir nuestro mundo. Es hora de reconocernos como el dueño de una mascota que ya no está, así es necesario reorganizar las actividades, lazos, compromisos. Esto no indica el cambiar y darle un vuelco a la vida. Más bien, retomar nuestro sentido a nuevas experiencias y motivarnos a seguir con las metas que teníamos. Aunque nuestro peludito fue muy importante, también debemos alentarnos a entender que quienes nos aman o amaron quisieran que nuestro camino continue. Podemos igual celebrar su cumpleaños o conmemorar su partida, es una forma de aliviar el dolor y expresar que fue importante para nuestras vidaspero que el camino sigue.
Por último, si el dolor es tan grande, que no podemos continuar, expresar el dolor o resignificarlo, es importante un acompañamiento profesional, un acompañamiento psicológico que nos permita transformar la pérdida en una valiosa experiencia valiosa para la vida.
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